viernes, 26 de junio de 2009

Reflejo

reflejo
I


Podría contar centurias desde la última vez que mi ser percibió tal ambrosía; tu sola imagen me recuerda el porqué de esta soez guerra. Lo sé muy bien. El momento no es oportuno. Pero me resulta imposible ignorar los compases en el vaivén de tu cabello. ¿Qué sucede? Tus ojos no reflejan más aquel grácil brillo del ideal pendiente, no lo puedo precisar, apenas distingo sutiles inflexiones abismales… Que no te inquiete, esto me tiene sin cuidado, mientras ese rostro guarde su celeste armonía no existirá lapso alguno capaz de romper la embriaguez que induces.

¿Pero qué cosa es esta? Desearía que me expliques el porqué de los caducos metales sobre tu cuerpo. ¡Cómo te atreves a cubrir la perfección de tu geometría con pútridas vestiduras mortales! No pienses siquiera en dudar mi palabra. Ya que sobre ella juro que no hallaras hombre capaz de levantar su espada contra la divinidad de tu desnudo torso.

¿Es miedo acaso lo que bosqueja tu mirada? No temas te lo suplico, no dudes. Es esta la voz del espectro que dedicó su vida a tu imagen. Cada palabra para adorar tu nombre, cada respiro por resguardar tu ser, cada letra para escribir tu historia y movimiento por encontrar tu piel. Esa piel de tono impertinente y sutil fragancia, implacable objeto de mi fantasía. Me hiere, angustia lacerante. Anhelo su calidez… Entre nosotros, la infinidad del cosmos. Revoloteas salvaje entre los cristales, la frágil faz de este gélido espejo.

II


¿Escuchas? El implacable caminar de sus bestias, melodía de la vil batalla. Vienen por ti; miserables mortales, hijos bastardos de otros dioses. Se acercan. Puedo sentir como su pestilente vaho contamina las esferas de tu santuario. Nos rodean. Las colinas se pierden entre fantasmas hambrientos. Son cientos, miles. Todos malditos por su grotesca anatomía

Ahora esperan, inertes peones. Su falta de juicio pasa de lo absurdo. En este imperturbable silencio imploran el rugir de sus líderes. Ignoran. Motivo y abstracción, para las fieras eterno misterio.

Ahora gritan, desgarran con sus crudas voces las sinfonías del sigilo. Corren. No podemos escapar. Sin embargo la irresolución de su sentir invita al galopar constante.

Ahora destrozan, profanan con sus infectas garras los áureos muros de tu morada. Casi puedo sentir sobre mi cuerpo el transitar de sus metales. No me lastima. Jamás podrán hacerlo. La fragilidad de su raza los cohíbe.

Ocultarse pierde sentido. Desean encontrarte. Fulminar tu grandeza con el opaco fulgor de su impertinencia. Dan lástima. Levantarse en cólera contra el ser sublime…

Es momento ya de alimentar sus quimeras. Concédeselos. Indignos mortales. Han de contemplar furor divino. Despidan junto con el astro su último aliento, por cuanto esta noche danzarán… Con un Dios.


III


Los cielos se eclipsan en fugaz penumbra. Las voces callan y el viento espera. Mi cuerpo busca entre agonías el cálido sentir de tu perfección. Más eres ahora silueta esquiva.

La soledad sofoca mis humanas aprensiones y en silencio apaga el sonar de mi dicción. No puedo explicarlo. Los tormentos de su condena me tienen sin cuidado. Será tal vez, porque mientras este ser desvanece entre los fríos orbes del vacío. Tú, inmortal en su recuerdo. Haz hecho de mi historia una leyenda.

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